Let's set the world on fire (Barbara)

Barbara no había tenido oportunidad de salir en todo el día de su habitación, aun que mejor dicho, no se había sentido con ánimos para alejarse de la seguridad que le brindaban aquellas cuatro paredes. Aun cuando quisiera esconderlo, la rubia se encontraba asustada de estar en ese mundo que para ella, era completamente desconocido. Estaba acostumbrada a una vida de riquezas, donde ella podía obtener todo lo que quisiera y aun mas con tan solo pedirlo a su padre. Pero se había cansado de eso tomando la decisión mas radical de su vida, dejando su natal y frio Londres, por el extraño y caluroso Los Angeles. Ahí podría hacer todo lo que en Inglaterra se le prohibía, pero con esa libertad extra, también venían problemas adicionales. Pensó comprar un departamento grande y luminoso para ella sola, pero la situación en esa ciudad no era la mejor para hacerlo, así que tuvo que conformarse con compartir departamento con unos completos desconocidos, hasta ahora solo eran tres, pero estaba segura de que pronto terminarían por llegarse hasta el grado de tener que compartir habitación. Y las reglas del lugar no existían, así que muy probablemente le tocara con un chico, y solo pedía que no fuera con Ian Black.

Aun que la rubia lo negara, sentía algún tipo de atracción y quizá un poco mas por el pelinegro de ojos azules, pero desde que ella había pisado ese departamento su relación se basaba principalmente en una actitud odiosa y hostil, con un toque de coquetería y por supuesto, bromas sexuales que hacían para solo molestar al otro. Había despertado a media mañana, alrededor de las diez y se encontró con que el departamento estaba vacío, cosa que no ocurría todos los días, aun que eran pocos todos parecían querer resguardarse del insoportable calor dentro del edificio, y ella, acostumbrado al frio y húmedo clima de Gran Bretaña, prefería pasar su tiempo libre dentro de su habitación con el aire acondicionado al máximo convirtiendo su habitación en un pequeño iglú. Aun así, despues de un ligero desayuno, solo una tostada con mermelada y un vaso de jugo, decidió tomar una relajante ducha con agua helada, que, bien sabía, ayudaba a que su piel se mantuviera tan firme como siempre, uno de los muchos secretos aprendidos de sus revistas.

Había pasado mas tiempo bajo el agua de lo que hubiera imaginado, incluso podría haber sido mas de una hora, y no sería la primera vez que eso ocurriera, pues mientras el agua fría refrescaba su cuerpo ella se dedicaba a cantar en voz alta sin importarle nada. Por fin, una vez que se dio cuenta de que quizá había terminado con el agua de la ciudad, cerró el grifo y se envolvió en una larga toalla rosa y su cabello con otra más del mismo tono. El que ahora fuera fugitiva, según el punto de vista de sus padres, no quería decir que perdiera el buen gusto y sus costumbres.

Salió a su habitación a hurtadillas intentando que no la vieran en ese estado hasta cerrar la puerta suavemente para evitar hacer ruido. Escuchó la voz de quien se había convertido en su tormento personal desde hacía una semana exactamente, y fue entonces cuando decidió que no saldría de ahí hasta que él se fuera. Todos la llamaban Barbie, y nunca le había molestado, hasta que él lo hizo. No contestó, el se cansaría y se iría de ahí. pero cuando escucho lo de la ducha no pudo evitar molestarse. Era bastante liberal respecto al sexo fuera de las relaciones y demás, y nunca le había molestado que alguien se le insinuara, mas de una vez había seguido la corriente a los chicos… pero Ian Black no era cualquier chico. Abrió la puerta aun cubierta solo por aquella toalla y lo miró fríamente, pero no pudo evitar notar lo bien formado que tenía su cuerpo, aun que no fuera algo nuevo para ella, pues el pelinegro parecía disfrutar de pasear por el departamento en ropa interior o sin playera, dejando a la vista sus musculosos brazos y su marcado abdomen – Lo siento, acabo de terminar de ducharme, alguien se te adelanto, afortunadamente se acaba de ir –. Su voz sonaba completamente amable pero con un toque filoso, y ambos sabían que era mentira pero solo lo hacía para molestarlo.

su vista se centró en la manzana que tenía entre sus manos, tanto subir y bajar había hecho que su vista se concentrara en ella por pura curiosidad y fue entonces cuando lo vió mirarla de arriba abajo sin el menor reparo haciendo que se sonrojara del enojo, pero antes de que pudiera decir algo se dejó caer en el sofá frente a ella diciendo algo acerca de su escrupulosidad haciéndola reir irónicamente – ¡Claro! Escrupuloso es la palabra que mejor te define – continuó con su voz irónica. Mas de una vez se había topado con su ropa interior regada por ahí, había tenido que surtir la alacena y el refrigerador por ella sola, porque al parecer su querido compañero no tenía responsabilidades, y a la otra chica, bueno, con ella no se llevaba mucho, solamente la había visto en una ocasión. – prefiero arrancarme las pestañas antes que ducharme contigo – aseguró con voz cortante mirando aun el resto de manzana sobre la mesa. no era del tipo de chicas maniáticas por la limpieza, pero era asqueroso ver basura por doquier. Lo vió entrar al baño y un segundo despues sus pantalones volaban hasta el pasillo. Simplemente genial, mas basura. – Tárdate el tiempo que quieras, incluso puedes ahogarte si lo deseas – canturrió mientras abría uno de los cajones de la cocina y tomaba una bolsa de plástico para así agarrar la manzana sin tocarla directamente y tirarla a la basura.

fue a mi habitación vistiéndose con un cómodo Short blanco corto y blusa azul celeste sin mangas saliendo de la habitación una vez mas para ir por un poco de agua y revisar que había para hacer de comida de mediodía pues ya era bastante tarde y aun tenía en su estomago solo una tostada y el vaso de jugo. Abró el refrigerador encontrando todo lo necesario para hacer lasagna, amaba esa comida y era una excelente cheff, así que sacó todo lo necesario dejándolo sobre la barra de la cocina y en ese momento Ian salió con una estúpida pose que a la rubia, aun que lo negara, le parecía atractiva, mas con su cuerpo mojado, pero era muy orgullosa como para permitirse aceptarlo a ella misma siquiera. - ya comiste? - preguntó para dejar de verlo volviendo su vista a los ingredientes frente a ella.

La rubia entrecerró los ojos ante las palabras del pelinegro, aquel juego entre ellos de molestarse algunas veces terminaba haciéndolos enojar de verdad, este no era el caso, pero aun así le gustaba fingir que era verdad. – Para mi viene a ser lo mismo – alegó Barbara sin siquiera darle una mirada al de ojos azules, aun cuando era mentira, menos aun si era algo que venía de los labios del moreno. Se mordió la lengua por sus tontos pensamientos, ignorándolos por completo mientras que miraba a la barra, tenía mantequilla, la pasta, salsa de tomate, champiñones, queso, especias y por supuesto, carne. Era todo lo que necesitaba así que tomó una de las hoyas para llenarla con agua y ponerla a hervir para meter las pastas y dejar que se pre cosieran. Encendió uno de los quemadores de la estufa y puso la hoya metiendo las laminas de pasta cuando sintió como unos fuertes brazos la rodeaban por la cintura con delicadeza. prefirió ignorar aquel comentario, en realidad no podía hablar en ese momento. Su respiración se detuvo un segundo e incluso llegó a pensar que su corazón también lo había hecho. Reprimió un escalofrío al sentír los labios de Ian rozando su oído maldiciéndolo por hacerla sentir así. Por un segundo quiso que aquello fuera real y no una simple broma entre ambos para molestarse mutuamente, por eso mismo, cuando se alejó y volvió a su típica actitud, al principio no supo como reaccionar. Definitivamente prefería la personalidad tranquila y un poco cariñosa de Black, pero sabía que eso jamás ocurriría. – Barbara, o Crawford, cual quieras, incluso Barb, pero nunca Barbie – se quejó. Todos podían decírselo y a ella le parecería bien, menos él. Había algo en él que la hacia enojar cuando escuchaba que la llamaba ‘’Barbie’’ o ‘’princesa’’, algo que la hacía enojar y una pizca que hacía que su corazón se acelerara. Encendió otro quemador mas de la estufa sacando un sartén y poniendo un poco de aceite y ajo para después hechar la carne.

Le dio una rápida mirada cuando al verlo de reojo, descubrió que estaba sentado en la encimera, al parecer, el no sabía que ese lugar era exclusivamente para poner alimentos, platos y vasos, y definitivamente su trasero no entraba en algo comestible, o al menos la rubia intentaba asegurarse de que no lo era. Maldijo sus pensamientos y pasó por alto la posición del chico que parecía ni siquiera inmutarse aun cuando andaba cubierto solo por una simple toalla. Tuvo que resistir el impuso de obligarlo a bajar de ahí, pues solo en dos cosas era exagerada y eso era en la comida y la música, y ahora la cocina le pertenecía, en primer lugar por que dudaba mucho que Ian fuera capaz de siquiera hacer cereal con leche sin quemar el departamento, y en segunda por que amaba la cocina y no iba a morir de inanición. – Yo cocino perfectamente bien, y si no te agrada mi comida es por que no tienes un buen paladar – aseguró Barbara molesta de que lastimara su ego sin siquiera probar su comida. Sin embargo, el enojo se fue tan rápido como había llegado al ver la cara que ponía el azabache – quita esa cara – dijo entre risas la rubia y Black se le unió un momento despues.

Rodó los ojos ante sus palabras, sinceramente, algunas veces la sacaba de sus casillas, era como estar en una montaña rusa, primero reian, luego gritaban, y en escasos, pero verdaderamente atesorados momentos para la rubia, tenían muestras de afecto. Ella sabía muy bien que él solo lo hacía por molestarla, y daba resultado pues esa molesta sensación en su estomago aparecía cada vez que Ian tenía un gesto tierno con ella. Afortunadamente, o desafortunadamente según sea visto, esto ocurría cada mil años. De nuevo se reprendió mentalmente por ser tan exagerada, apenas y llevaban una semana de conocerse y ya se trataban como si fueran conocidos de toda la vida. Definitivamente algo tenía ese chico que volvía a la rubia completamente loca, en todos los sentidos. - ¿Para estar solos? Eso solo ha sido una casualidad Black, o quieres aprovecharte de mi – sonrió de lado tomando una espátula para revolver la carne dentro del sarten y agregar la salsa de tomate – revuélvelo sin tirarlo – le indicó mientras que ella lavaba los champiñones y los ponía sobre una tabla picando dos de ellos cuidadosamente en finos cuadritos y agregándolos a la carne con salsa - No tiene nada de gracioso, es un mote cariñoso que me han puesto y tu solo lo usas para burlarte de mi - se quejó quitándose la pala y revolviendo la carne para despues cubrirla con una tapadera de cristal y apagando la estufa.

No pasó desapercibido para la chica el doble sentido en la oración, y ella dudaba que eso fuera verdad por muchas razones – Si comes todo lo que encuentras a tu paso, eso no es tener un gusto exquisito, es no tener gusto alguno – aclaró mordazmente. Miró de reojo como iba a cambiarse sin prestar realmente mucha atención, y no era por que dentro de ella no quisiera, sino por que si lo hacía, no se creía capaz de controlarse y no quería llegar a caer en la trampa de Black.

Rodó los ojos molesta por aquella actitud que adoptaba Ian la mayoría del tiempo y escuchó aquella irreal historia la cual no tenía ni pies ni cabeza, pero, debía admitir, podía llegar a ser posible, claro, solamente que la rubia realmente hubiera tenido una contusión cerebral segundos antes. – Tengo una historia mejor, una de estas noches solitarias – comenzó a relatar tal como él lo había hecho – cuando tu acompañante en turno te demuestre que es una tonta sin cerebro, y te canses de fingir que eres un mujeriego, entonces te darás cuenta de que eres un idiota por actuar así, irás a mi habitación a decirme que yo tenía razón, y entonces haré el baile de la victoria – relató con una sonrisa de superioridad que había heredado de su padre, esa que tanto la sacaba de quicio y era idéntica a la de ella. Un pequeño piquete en su pecho le hizo saber que era eso lo que mas quería, aun que podía ser casi imposible que ocurriera.

Aun contra todo pronostico, Ian hizo lo que ella le encargó sin renegar o arruinarlo, cosa que la sorprendió pero no haría comentarios al respecto, lo poco que le había conocido en ese tiempo había comprendido que cuando ella le hacía ver que había hecho algo bien, él hacía todo lo contrario solo por molestarla, y prefería mantener la paz, o al menos esa sensación de no-guerra, pero el ojiazul no se lo dejaba nada fácil. El toque de sus manos siempre creaba esa sensación de que una corriente eléctrica le recorría el cuerpo a la chica y hacía que se pusiera de mal humor – de tu parte no existen los halagos, al menos hacía mi. – negó y tomó un gran recipiente de aluminio apagando el otro quemador de la estufa y sacando con una pinza las laminas de pasta con total cuidado para no romperlas.

Aun cuando las palabras del chico le dejaban en claro a Barbara que él no se metía con cualquiera, a ella no le parecía lo mismo, le molestaba que lo hiciera y no sabía el por qué - Por supuesto, mientras no le cuelgue nada de la entrepierna puede subir a tu cama – agregó mordazmente una vez mas. Había algo en el la forma de vida que llevaba Ian que lograba sacarla de sus casillas, tal vez era el hecho de que se tomara todo con tanta naturalidad. – De eso no me queda la menor duda – Ya había tenido el gusto, o mejor dicho, disgusto de toparse con una de las chicas que había traido el moreno, y con solo verla era fácil deducir que mas de cuatro neuronas no podía tener.

Entrecerró los ojos tomando la carne con una cuchara y poniéndola sobre unas laminas, esparciendo un poco de queso rallado para derretir y un toque de orégano. – Uno que no pienso enseñarte nunca – contestó cortante. Se había molestado y ni siquiera ella comprendía el por que, o mejor dicho, no quería aceptar el porque. Puso una capa mas de laminas de pasta sobre la carne y de nuevo otra capa de carne – Cerveza no va con Lasagna y preferiría no combinar sabores, gracias – metió la lata de nuevo a la nevera y revisó que siguiera ahí el vino tiento que había comprado el día anterior, dejando pasar el comentario de su compañero de apartamento.

-Con ese tono de voz es imposible que se consideren halagos – susurró la rubia solo para ella pues él se había ido a su habitación. Abrió el horno de la estufa y lo encendió dejando que se calentara para poder meter la lasagna. Cuando Ian volvió abrió el horno una vez mas, y tomando un guante de cocina metió el recipiente con cuidado de no llegar a quemarse – ¿podrías poner la mesa sin romper los platos? – preguntó mirándolo con las manos en la cintura.

Ignoró todos los comentarios del chico, realmente no quería terminar peleando con él, y se conocía a la perfección como para saber que, estando molesta, terminaba hablando de mas, o diciendo cosas que en realidad no pensaba o sentía. Ademas, estaban obligados a convivir juntos, no pensaba buscar otro apartamento, su orgullo era demasiado como para hacerlo, así que mejor dejaría que las cosas fueran un poco mas relajadas por el momento, quizás en unos minutos ya estarían molestándose el uno al otro una vez mas, pero por el momento ella permanecía callada mirando el horno cuidando de que no llegara a quemarse la comida que con tanto empeño había preparado.

Le vio tomar algo que no pudo identificar hasta que se hincó en el suelo frente a ella, entonces pudo distinguir lo que era, reconociéndole como uno de los adornos del salón en forma de flor, la rubia, con una sonrisa divertida la tomó entre sus manos – bien podrías hacerte pasar por Romeo Montesco – aseguró sintiendo un ligero escalofrío en su espalda girándose para abrir la nevera y sacar el vino tinto poniéndolo en la mesa que previamente había puesto su compañero – Nada mal, creo que hemos encontrado tu talento oculto – se burló cariñosamente volviendo a la cocina y poniéndose el guante para sacar la lasagna poniéndola en el medio de la mesa y sirviendo una porción generosa a cada uno y aun dejando una gran cantidad en el recipiente. Podrían repetir e incluso quedaría para la cena y el desayuno. Se había excedido un poco en el tamaño.

Cuando besó el dorso de su mano, no pudo evitar sorprenderse, aun que fingió no hacerlo adoptando una pose neutral. Normalmente evitaban el contacto físico, lo suyo era mas gritos y palabras, pero ese día la había abrazado y besado, no en los labios, claro está pero fue en el dorso, y en la mente de Barbara eso ya era un avance, aun que no estaba muy segura de que significaba aquello o las sensaciones que le producían. Miró como la lata de cerveza volaba hasta caer ágilmente en el cesto de la basura, al parecer si tenía más de un talento.

Donde Barbie no pudo disimular su sorpresa fue al verlo correr el banco para ella y verlo hacer el ridículo baile de la victoria logrando que la rubia terminara riendo animadamente. Aun cuando el baile duró poco, ella continuaba con su risa cantarina. – Eres italiano, deberías de estar acostumbrado – comentó encogiéndose de hombros y sin tomarle verdadera importancia al hecho de que lo fuera. Ella solía pasar los veranos en Italia pues la familia de su madre era originaria de ese lugar, sin embargo, había vivido toda su vida, o al menos hasta hace una semana, en su natal Londres.

Tomó una copa imitando la acción de Ian pero antes de eso degustó del agradable aroma y terminó riendo una vez mas ante las palabras del chico. – en realidad tu acento de ha delatado, - explicó, aun que supuso que él ya lo sabía. No podía negar que le agradaba mas aquella faceta del pelinegro, esa donde no fingía ser todo un mujeriego que tenía a cuanta mujer quería a sus pies. ¿Por qué no podía ser siempre así? Muy fácil, por que dejaría de ser Ian Black. La rubia pensó un momento en una buena razón para brindar, y de inmediato la encontró – Brindemos por que llevamos cinco segundos sin pelear uno con el otro – propuso sonriente logrando que las copas chocaran creando el característico sonido de cuando dos cristales se juntan.

Mientras que intentaba tomar un pedazo de lasagna, miraba con nerviosismo la reacción de él. Por alguna razón que ella desconocía, le importaba mas de lo que demostraba, la aceptación del chico. Sonrió de lado al escuchar el pero que ponía, no podía esperar menos de él. – No puedo competir contra ella, y viniendo de ti, es un gran alago, así que lo pasaré por ahora – sentenció llevando el tenedor a su boca degustando de aquella delicia y sorber un poco de vino sonriendo al sentir aquella combinación en su boca.

Aquello había sido mas tiempo del que había durado en toda esa semana sin pelear, pues desde que había puesto un pié en el departamento comenzaron las respuestas mordaces y los comentarios en doble sentido. – Lo es para ambos – aceptó y corrigió la chica bebiendo un nuevo sorbo de su copa. El vino tinto siempre se había distinguido por realzar el sabor de los platillos como carne, o pastas, intensificando su sabor haciéndolo mucho mas apetecible, así que despues de beberlo probó un poco mas de aquel platillo que ella misma había cocinado.

Rió con renovada alegría al verlo actuar de aquella manera – Uno de vez en cuando no viene mal, así como tampoco el que dejes tu actitud de galán conquistador– dejó que el comentario sonara como algo casual, aun cuando ella sabía perfectamente que encerraba mas de un significado aquella frase, significados que quizá ni ella conocía del todo, o fingía no conocer. Lo miró quedarse callado un momento y parecía estar en otro lugar su mente, sin embargo, no quería presionarlo así que continuó comiendo con total tranquilidad.

Cuando mencionó la guerra de comida tuvo la intensión de guardar el refractario pues amaba ese platillo y no pensaba desperdiciarlo sobre Ian, pero se estaban llevando bien por el momento, una pequeña tregua silenciosa, que no sería ella quien la rompiera. La chica enarcó una ceja mirándolo mientras sentía como su corazón se aceleraba aun cuando ella trataba de frenarlo sin respuesta aparente. Una vez que él explicó que no sería una cita, el ritmo sanguíneo volvió a ser el mismo de antes – Claro, sería la oportunidad perfecta para que me enseñes la ciudad – propuso probando un poco mas de su comida – Necesito una noche de descontrol – murmuró jugando con su copa y de inmediato se sonrojó pues sus palabras podían adoptar mas de un sentido. – Me refiero a que hace mucho tiempo que no bebo en exceso, con tanta vigilancia me era imposible, al menos ahora llevaré un guardaespaldas – se encogió de hombros y le guiñó un ojo intentando enmendar las palabras anteriores. Definitivamente ''una noche de descontrol'' tenía un mayor doble sentido de lo que debería.

Enarcó una ceja una vez mas, se suponía que eso era un halago, pero al parecer él no lo veía así. - ¿Decir que te comportas bien es una ofensa? – preguntó irónica y comenzó a reir. Era imposible que terminaran sin burlarse uno del otro mas de cinco minutos, algo que algunas veces le sacaba de quicio, pero no de momento. Incluso podría decir que ya se estaba acostumbrando a vivir con él.

-No creo que puedas hacerlo Ian – contestó la chica aun cuando sabía que era una completa mentira, a medias al menos, pues el bien que podría, pero ella jamás lo dejaría. Al menos no estando sobria, fue entonces cuando comenzó a pensar que quizás sería una mala idea tener que salir con él a un lugar donde de seguro terminaría ebria. Sin embargo, todo se fue por la borda en el momento en el que él captó mal las palabras de ella. Aquella actitud por parte de Black la había molestado. Había tenido que cargar toda su vida con el peso del apellido Crawford, y ahora que estaba en un nuevo lugar, su clase social de nuevo salía a relucir, algo que ella odiaba, pero desgraciadamente estaba acostumbrada a vivir así y no podía cambiar de la noche a la mañana. – No lo dije de esa forma – Respondió molesta. El tono de voz del moreno había sido bastante filoso y le había dolido en cierta forma. Se puso de pié tomando su plato y tiró a la basura los restos mientras se ponía a fregarlos sin siquiera dignarse a mirarlo.

No quiso responder a lo que él había dicho, por el simple hecho de que sabía que él tenía razón, y no pensaba hacer nada para contradecirlo, pero tampoco le daría el gusto de aceptarlo frente a él. Terminó de lavar el plato y miró como él se iba a su habitación. Una vez que cerró la puerta fue ella quien corrió a la propia y cerró echándose a la cama. No iba a llorar, por que era fuerte y no dejaría que ninguna palabra de Ian Black la afectara, aun cuando de verdad lo hacía.

Había luchado contra ello toda su vida, siempre queriendo ser independiente, siempre intentando alejarse de las normas que le imponía su familia, pero en Londres no era nada fácil. Todos parecían ser bastante conservadores y la voz de una sola persona no podía hacerse escuchar sobre miles sin ser aplastada por ellos. No tenía la culpa de haber nacido en una familia adinerada de creencias antiguas, no tenía la culpa de no compartir las ideas de sus padres. Ella había luchado por sus ideales, quizá no de la manera en que lo había hecho Ian, pues como el dijo, no estuvo en toda esa revolución donde había peleas y demás cosas, pero había perdido mucho por seguir sus ideas. Y ahora el venía a decirle eso. Sintió como los ojos le ardían, una mezcla de coraje e impotencia le llenaba el cuerpo mientras se mordía fuertemente el labio hasta casi hacerse sangrar. Nunca antes en toda su vida había deseado tanto regresar a casa, aun que, claro, nunca antes había estado tan lejos de su hogar. Necesitaba alguien con quien hablar, alguien que la apoyara y le diría que todo estaría bien. Se sentía completamente sola en ese mundo extraño y desconocido para ella. Una lágrima rebelde escapó de sus labios y de inmediato la limpio queriendo fingir consigo misma que jamás había llorado.

Ella tenía que ser fuerte por que ahora estaba sola, y sabía que para todos los de ahí, que tenían las ideas de Ian, les sería difícil aceptarla, por que la sociedad decía que ella no era uno de ellos. Abrazó fuertemente su almohada cerrando los ojos. Deseando que cuando los abriera todo estuviera bien.