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Dicen que hace calor en el infierno || Lily Empty Dicen que hace calor en el infierno || Lily

Mensaje por Lizzie A. Fitzgerald Jue Jul 12, 2012 10:57 pm

Lizzie no tenía muy clara la hora ni dónde había ido a parar su gran amiga Gail. Solo sabía que estaba saltando al ritmo del rock entre hombres sudorosos. Su cuerpo se movía solo, al ritmo de la música. Esa noche había ido un grupo bastante hard para alivio de la neoyorkina, que ya estaba cansada de tanto poprock. Por eso casi toda la gente que atestaba el local eran hombres. Y ella estaba entre todos ellos, casi en primera fila, comiéndose con los ojos al batería de la banda. Y al cantante. Y al guitarrista. Y al bajista no porque tenía una barba asquerosa. En su mano derecha una botella de tequila y en la izquierda un porro. En alto, para no dañar a nadie. Y cabe añadir que la botella estaba ya en las últimas. Toda ella estaba sudando, bañada por una capa de sudor caliente. El pelo pegado a la cara y el rímel que le había colocado su amiga, todo corrido. Aun tenía un par de manchas de graffiti que se resistían a salir de su piel asomando por el cuello. Tenía mucho calor, pero no importaba. No, porque la música en ese momento ocupaba todo su mundo.

Vestida con una camiseta de tirantes blanca, desgastada pero con la cara de Nirvana en el medio, en negro; unos shorts vaqueros matados, cortados por ella misma; y las All Star que tenía desde hacía años… iba más rockera que de costumbre, vestida para la ocasión. Uno de los tíos que tenía al lado le cogió el porro y le dio una calada. A ella no le importó ya que se lo devolvió al instante. Había que saber compartir. Además, él era la fina línea que la separaba de ser aplastada por un par de heavys de proporciones desmesuradas. Seguía saltando, como si tuviese batería indefinida. Cómo si pudiera estar así toda la noche. Y lo cierto es que podía. Le regaló el porro al chico de su lado y se sacó una pastilla que siempre llevaba en el sujetador. Se la tragó con parte del tequila que le quedaba, asegurándose que definitivamente, podría pasar así la noche entera. Su cabeza se movía al son de la batería y sus saltos con la guitarra. La voz desgarradora del cantante le helaba el corazón. Todo era perfecto.

{…}

El grupo acabó la primera parte del espectáculo y el dueño del local pidió a los espectadores que saliesen unos minutos para librarse del bochornoso ambiente antes de empezar el segundo asalto. Lizzie no había visto nunca el local tan lleno. Salió y se dejó caer en el frío suelo, agradeciéndole mentalmente su temperatura. Sus oídos aun estaban medio taponados por el volumen de la música y la cabeza le daba vueltas con el ritmo de la última canción. Estaba exultante. Le apetecía otro porro, pero solo le quedaba hierba calmante y ella no quería calmarse, esa noche no. Le dio otro trago al tequila y maldijo que le quedase tan poco. Sus ojos buscaban un pelo rubio ceniza entre la multitud, pero no encontraba a su amiga. Se encogió de hombros levemente y se acabó la botella de un trago. Su cabeza se lo reprobó con esa sensación de mareo momentáneo. Pero cuando se le pasó le sonrió a la nada. El rock y la borrachera eran la mejor mezcla para un viernes noche, pero no para el siguiente sábado por la mañana…

Lizzie A. Fitzgerald

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Dicen que hace calor en el infierno || Lily Empty Re: Dicen que hace calor en el infierno || Lily

Mensaje por Lily D. Railey Vie Jul 13, 2012 12:16 am

Estaba fuera de mi, incluso más que de costumbre.
La noche había pasado más rápido de lo que creía, yo había empezado con un par de cervezas en la playa por la tarde, me había salteado la comida por beber más cerveza y había terminado en uno de los locales de siempre. Ni siquiera podía decir en cual de todos estaba. Los reflejos no me funcionaban y, para colmo, los tres chupitos de tequila que había bebido al hilo no ayudaban para nada a mi estado.
Una mano me agarró del cuello de la remera y me atrajo hacia ella. Escuché el crack de los hilos ceder y romperse. Era una remera vieja, la típica con la calavera de Misfits, pero la amaba. La guardaba desde los quince años, le había recortado las mangas y el cuello para que fuese de mi mayor agrado, y la guardaba como si fuese un tesoro. Agarré el brazo danzante aquel y lo atraje a mi con toda la fuerza que puede tener una chica borracha y enojada. Esa mano había roto mi remera. Esa mano la iba a pagar caro.
Para mi sorpresa, Aileen cayó sobre mi y ambas dos al suelo. No pudimos evitar reírnos por nuestra torpeza, aunque alguien no pensaba de la misma forma en que lo hacíamos nosotras. Alguien más me levantó del suelo, un chico. Ese idiota. Había llegado hacía unos pocos días, buscando la libertad, como lo hacían todos. Lo había conocido en la playa y en seguida congeniamos, aunque fue únicamente por el surf. Como si fuese un psicópata, empezó a gritar cosas como que yo siempre hacía lo mismo, y que tenía que hacerme ver por un médico. Enfadada, le lancé la lata de cerveza que todavía tenía en la mano y él me agarró de un brazo; violento y con la mirada casi perdida. Movió la mandíbula de una manera que yo conocía muy bien y después de mirarme a los ojos evitó pegarme, soltándome seco. Escupí un insulto que no llegó a sus oídos y pude ver como esnifaba de aquel polvillo blanco a mis espaldas.
Me tragué mis palabras, sabía gracias a mamá que con cocainómanos no se podía tener una conversación coherente. Salí del local con más bronca que lo común, la remera rota dejaba mi bikini al descubierto pero esa era la última de mis preocupaciones. Aileen corrió detrás de mi, aunque le dije que me dejase sola, no quería estar con nadie.

Lo bueno de Los Angeles es que todo queda relativamente cerca. Caminé tan solo unos metros hasta que un malón de gente saliendo del Transsmision me llamó la atención. Siempre tocaba algun grupo que valía la pena conocer. Metí las manos en los bolsillos del short de jean que tenía puesto y encontré lo que buscaba: un porro. Sonreí como si el cigarrillo me percibiera y me lo llevé a la boca muy contenta para darme cuenta de que...
- Hostia, puta. - putié en voz alta. Algunos se dieron media vuelta paraa mirarme, pero no me di por aludida. Mis problemas actuales eran mucho más importantes: ¿Dónde mierda había dejado el mechero?
Pedir fuego significaba convidar y mi medio porro no soportaría ser compartido. Me encontraba en un dilema.
Al final mis ganas de fumar fueron más fuertes, me convencí de que compartir el porro redimiría mi oscura alma y me acerqué a pedirle un mechero a una chica castaña que estaba tirada en el suelo. Pero cuando le vi la cara me quise morir. Lizzie. Giré de manera repentina y torpe para darle la espalda instantáneamente. Le pedí un mechero a la primera persona que pasó por mi lado, ella frenó y me dio, pero no me pidió una calada.
"tal vez", pensé. "Tal vez no haya forma de redimir mi alma", y una sonrisa cruzó mis labios. Otra vez en mi mundo y con el porro en mi mano, di media vuelta decidida a seguir caminando. Al tercer paso casi la piso a Lizzie. Me había olvidado por completo de que ella estaba ahí.
Lily D. Railey
Lily D. Railey

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Dicen que hace calor en el infierno || Lily Empty Re: Dicen que hace calor en el infierno || Lily

Mensaje por Lizzie A. Fitzgerald Vie Jul 13, 2012 9:48 am

Nada ese rubio casi blanco no estaba en ninguna parte. Tal vez hubiese encontrado a alguien con quien pasar la noche, o tal vez había aprovechado el descanso para ir a por más alcohol. Esperaba que fuese esto último porque no se veía con fuerzas para volver a casa sola y además le apetecía algo de vodka, del color que fuese. Pero por el momento estaba sola. Sus ojos dejaron de buscarla y arrojó la botella al callejón, directa al contenedor; tuvo la suerte de acertar, pero ésta se rompió en bastantes trozos ocasionando un hermoso ruido que hizo girarse hacia ella a la mitad de la gente allí presente. Entre ellos el chico del porro que conversaba animadamente con otro par de tíos. Ella se le quedó observando unos momentos, tratando de averiguar si era un amante del rock o un amante de las rockeras: o sea, solo chicos que iban a esos conciertos en busca de una tía rockera a la que llevarse a la cama; y él lo tomó como una invitación a acercarse.—Gran actuación, ¿no te parece?—le dijo apoyándose en la pared a su lado, en pose de “malote”. Llevaba una camiseta de tirantes blanca, unos vaqueros rotos por todas partes y unas Dr. Martens negras bien guapas. Todo su brazo derecho y parte del pecho estaban llenos de tatuajes y tenía la mitad del pelo morado. No, definitivamente no era un pose.

Una sutil mezcla de Slipknot, Foo Fighters y Pantera, con un toque algo pop en sus más lentas que me recuerda a The Used en sus mejores…—contestó ella asintiendo con la cabeza. El chico abrió la boca para decir algo, pero simplemente asintió también. Parecía que Lizzie le había sorprendido gratamente con sus conocimientos. Lo cierto es que el tío estaba tremendo. Y era nuevo, o lo conocería. O al menos Gail lo conocería. Sí, debía de ser nuevo. Pero entonces vio una melena larga y rubia y sintió la esperanza de que fuera su gran amiga… pero no era el mismo rubio. Ese era natural, más dorado… más… «Mierda» pensó con una mueca de medio enfado. Lily. Ese pedazo de pelo era más que característico. La había visto ir hacia ella y largarse de nuevo en la otra dirección. El chico le había dicho algo, pero ella no había escuchado nada.—Perdona tío, llevo un pedazo de pedo… ¿puedes repetir?—le dijo tratado de sacarse a la rubia de la cabeza. El chico le sonrió de medio lado y volvió a decir lo mismo. Era algo sobre que acababa de llegar a la ciudad invitado por un par de amigos. Guay. Esa era la gente que molaba: la que invitaba a sus amigos guapos. Y el tío también le dijo que era un pseudoescritor. Y a Lizzie casi se le caen las bragas.

Pero entonces su mente volvió a esa maldita rubia que había pasado delante de ella. No había sido borde con ella ni nada por el estilo, solo le había ignorado o más bien, evitado. Eso era raro en ella y a Liz le picaba la curiosidad de por qué ese cambio. El chico le había vuelto a hablar. Liz sacó uno de los Takers que siempre llevaba encima por si había que pintar algo y cogió el brazo del chico que estaba libre de tatuajes. Le apuntó su número y abajo el nombre.—Tronco, hoy estoy muy borracha para entender más de dos palabras. Llámame. Y lo siento, pero para que no se te vaya con el sudor he usado el fuerte, eso tardará en írsete del brazo un par de semanas.—le dijo con una mueca pícara y divertida. El chico asintió con la cabeza y le susurró su nombre, aunque ella no logró oírlo. Ya lo descubriría algún día. Y el tío volvió con sus amigos, les enseñó el brazo y ellos, como buenos heavys, empezaron a destrozarle la espalda a base palmaditas de reconocimiento. Oh, el problema de los heavys era lo brutos que resultaban a veces… Ella sonrió divertida ante eso y volvió a buscar la melena rubia que no lograba sacarse de la cabeza. No le costó nada encontrarla.

So perraca, que me pisas…—le dijo con un tono de borracha ofendida que le hacía alargar las palabras más de lo normal en ella. Pero como de costumbre, nada de odio o agresividad en ellas. Simplemente el reproche. La tenía tan cerca que no pudo evitar comérsela con los ojos. Le encantaba su cuerpo, su pelo y sus labios. Especialmente sus labios. La chica estaba de toma pan y moja y por eso le dolía que no hubieran podido mantener una relación de amistad con derecho… pero ella parecía más feliz siendo una borde de mierda.—Y yo que pensaba que hoy estabas más dabutí de lo normal…—añadió mirándola con más reproche de borracha. Entonces se fijó en la camiseta rota y en que se apreciaba bastante de su biquini. Bah, biquini. Vaya mierda. A ella probablemente se le transparentaba el sujetador amarillo fosforito entero bajo la sudada camiseta blanca. Le apetecía probar sus labios de nuevo. Y cómo empezaran ellas dos a liarse allí fuera los rockeros tendrían una difícil elección de qué espectáculo era mejor observar. Una carcajada se le escapó por ese pensamiento, pero Liz seguía mirándole las tetas a Lily como si fuera un hombre baboso.

Lizzie A. Fitzgerald

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Dicen que hace calor en el infierno || Lily Empty Re: Dicen que hace calor en el infierno || Lily

Mensaje por Lily D. Railey Mar Jul 17, 2012 12:41 am

Le habría ignorado si ella lo hubiese hecho, pero para mi sorpresa había abierto la boca. El sonido de su voz me revolvió el estómago y no justamente por asco. Me obligó a volver los ojos a ella sin que yo lo quisiera, odiaba cómo me hacía sentir. - Ah, habla. - respondí nada más, de mala gana. La verdad es que no tenía ganas de hablar con nadie, pero no podía evitar responderle. Me había ignorado tantas veces que, el único hecho de que me hablase, me hacía sentir que, por fin, quería algo de mí. Aquello me mejoró, sólo un poco, el humor. - ¿lo normal? - le pregunté - lo normal es que no me hables. Así que no sé de qué estás hablando. - dije.
Le dí una calada nueva al porro y me quedé mirándola esperando que me contestara algo. O que no lo hiciera. Y no lo hacía. Los silencios siempre me habían puesto incómoda. Y no había tenido mejor idea que abrir mi bocota, un poco comandada por el alcohol y los porros. Mi alrededor empezaba a ponerse borroso y me costaba un poco enfocar las cosas. Alcé una ceja, como si ese simple gesto pudiera ajustar mi visión. Empecé a sentirme mareada, como si miles de ojos curiosos estuvieran fijándose en cada movimiento que yo hacía, en cada fallo. Como si ese deseo por Lizzie pudiese leerse en mi cara y ellos lo supieran. Me aterraba la idea de que ella me rechazara.

Chasqueé la lengua, no sabía en qué me había metido, no sabía qué hacía por ahí, pero tampoco tenía nada más importante que hacer. Me incliné para mirar adentro del local, curiosa. Dirigí mi mirada a la castaña y, como si fuésemos amigas le pregunté enfática. Las palabras se me juntaron en la boca, como si algo adentro mío me prohibiese hablar con ella. Era mi instinto básico.
- ¿Conoces-el-grupo? - pregunté por preguntar y volví a darle una calada al porro. - ¿Te apetece? - le pregunté, respecto a lo que estaba fumando, alzándolo frente a ella y sosteniendo el humo en mis pulmones. Me incliné lentamente hasta ella y dejé escapar el humo de entre mis labios, obligandola a oler el aroma aquel, ese que yo sabía que le gustaba. Al final terminé por agacharme hasta su altura. Tenerla más cerca me dieron ganas locas de abalanzarme sobre ella, pero me contuve. La miré a los ojos y me acordé de su piel contra la mía, de sus labios recorriendo mi cuerpo y sus gemidos excitados por mi culpa. Se me puso la piel de gallina. Necesitaba seguir bebiendo alcohol, necesitaba matar esas ganas repentinas de volver a pasar una noche con ella y necesitaba sacármela de la cabeza.

La gente empezó a entrar en el local, los que estaban sentados empezaron a ponerse de pie, pero yo me quedé en mi lugar. Tal vez era culpa del alcohol pero volver a caer en la trampa de sus labios me pareció la mejor manera de terminar con la tortura de pensar en ella. Mi mano buscó la suya, asegurándome de rozar su muslo izquierdo antes de encontrarla.
- Lizzie, ¿estás con alguien? - pregunté, sin rodeos, poniéndome en pie lentamente sin soltarla para incentivarla a que se pusiera ella también en pie. Tenía ganas de beber algo pero tenía ganas de que ella viniese conmigo para comprar un trago, beber juntas, y hacer muchas cosas más. Pero con ella, también quería la música, el morbo, la gente, el alcohol. Todo junto, todo al mismo tiempo. Y lo quería ya.
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